quinta-feira, 15 de novembro de 2012

Reflexão 15 11 2012 - Educação dos filhos

Quando os pais deixaram de cuidar da educação dos filhos, os filhos passaram a assassinar seus pais.

Sarmiento é um grande autor argentino, e um grande homem, pois o homem preocupado com a boa formação das novas gerações, não pode ser um crápula, um desequilibrado. Por certo é alguém cuja responsabilidade social se alça a graus mais elevados.

O livro cujo trecho reproduzo é para ser lido pelos pais para os filhos. Já na introdução Sarmiento salienta que os pais não devem tirar de seus ombros a responsabilidade de educar os filhos.

Muito menos deixar isso a cargo do professor na escola.


Posso não concordar com o que está escrito, mas louvo aqui a inteligência e sensibilidade de Sarmiento coom relação à familia, tão degradada no Brasil e renegada desde 2000 como tema de debate entre as pessoas de minha relação. Minha proposta de por em debate o tema era simplesmente desconsiderada.

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Domingo Faustino Sarmiento
La conciencia de un niño
Libro de 1844


HISTORIA DE LA RELIJION
EL NIÑO — Padre mio, yo oigo en el fondo de mi corazón una
voz que me dice que hay un Dios bueno, justo y todopoderoso; un
Dios que me ha creado y que para despues de mi muerte me
reserva otra vida. ¿Qué debo hacer para que me reciba en el cielo?
EL CURA — Es preciso, hijo mio, llenar todos los deberes que
os prescribe la relijion.


EL NIÑO —¿Qué es la relijion?
EL CURA — Es una ley que Dios mismo ha dado á los hombres
para enseñarles la manera de adorarle.


EL NIÑO — ¿Todos los hombres conocen esta ley?
EL CURA — No, hijo mio; y esta es la causa de que haya
habido siempre falsas relijiones sobre la tierra. Así debemos
considerarnos muy felices por haber nacido en el seno de la única
que es verdadera.


EL NIÑO — ¿Hace mucho tiempo que la verdadera relijion es
conocida?
EL CURA—Desde que el hombre fué creado; mas esta ley
divina no se ha presentado siempre bajo la misma forma. Dios ha
hecho esperimentar cambios sucesivos, á fin de ponerla en armonia
con el estado de la sociedad.


EL NIÑO—¿Queréis, padre mio, hacerme conocer esos
cambios diversos?
EL CURA — Lo haré con mucho gusto, hijo mio.
Las historias escritas por los hombres no llegan hasta la creacion del mundo; fué necesario que Moisés fuese iluminado por la inspiracion divina, para que pudiese trasmitirnos el conocimiento
de los sucesos de que voy á daros noticia.

Hace como unos seis mil años que Dios, por la omnipotencia
de su palabra, sacó el mundo de la nada y separó el agua de la
tierra, redondeó el globo que habitamos y lo suspendió en el
espacio, en medio de todos los otros cuerpos celestes.

Muy luego la tierra se cubrió de plantas y de animales. Fué
creado en seguida el primer hombre, llamado Adán, con un cuerpo
que á la fuerza y nobleza, reunia la beldad: recibió una alma
inmaterial, imájen augusta, aunque imperfecta, de su creador; una
alma capaz de discernir el bien y el mal; libre para elejir, pero que
debe ser castigada ó recompensada, según que ella elija el mal ó el
bien.

Dios dio al primer hombre una compañera, llamada Eva. Su
cuerpo fué sacado de su esposo, y su alma fué también un soplo
divino. Mientras que nuestros primeros padres conservaron su
inocencia, gozaron en el Paraiso terrenal de una felicidad que podia
ser eterna.

Pero habiendo Adán comido de la fruta que Dios le habia
prohibido, fué condenado con su descendencia á la muerte.

Sinembargo, esta muerte á que Dios acababa de condenar á
los hombres, no podia recaer sino sobre el cuerpo; el alma estaba
fuera de su alcance; debiendo sobrevivir á su cuerpo, y en otra vida
sufrir la pena debida á sus faltas, ó recibir el premio de sus buenas
obras.

Mas para obtener esta recompensa, era preciso que el alma
fuese purgada de su mancha orijinal. Dios prometió á la mujer que
un dia nacería de ella un Mesías que debía rescatar el jénero
humano, y volverle á su pureza primitiva.

La unidad de Dios, la inmortalidad del alma, la esperanza de
un redentor, la obligacion de hacer el bien y evitar el mal; tales son
los principales dogmas de la relijion revelada á nuestros primeros
padres y trasmitidos por ellos á la posteridad.

A pesar de esta pura luz, que brillaba en todas las conciencias, la corrupcion se esparció prontamente entre los hombres, y al fin se hizo tan jeneral, que Dios destruyó la especie humana por un diluvio universal, esceptuando solamente de la jeneral proscripcion á Noé y á su familia.
Cerca de mil seiscientos cincuenta años después de la creacion, fué inundada la tierra; el arca de Noé se mantuvo flotante sobre las aguas, conservando la esperanza de un mundo nuevo. En fin, las aguas se retiraron, y la familia de Noé fué depositada sobre la cumbre de una montaña que Moisés llama Ararat. Noé recibió
entonces la confirmacion de las promesas divinas, y de la ley
primitiva dada al primer hombre.

Viendo multiplicarse á sus descendientes, los tres hijos de
Noé se separaron. Los descendientes de Sem permanecieron en
Asia; los de Cam se dirijieron hacia el África, y los de Jafet hacia
Europa.

La corrupcion de la idolatría no tardó en estenderse entre los
hombres; por lo que Dios resolvió formar una nacion privilejiada,
encargada del depósito de la ley; una nacion de cuyo seno debia
salir el Mesías prometido al mundo. Abraham, patriarca caldeo, fué
escojido para ser el jefe de esta nacion favorecida. Dios no dio una
ley nueva, sino que reiteró las promesas hechas ya á Adam y Noé,
y confirmó aquella revelacion antigua, que solo la tradicion
conservaba desde los primeros días del mundo.

Dos siglos después, un hambre llevó á Ejipto á Jacob, nieto
de Abraham, con toda su familia. El patriarca encontró allí á José,
uno de sus hijos, cuya muerte había llorado largo tiempo, y á quien
una serie de marabillosos antecedentes había conducido de la casa
paterna á la esclavitud, á una prision, y de la prision á la dignidad de primer Ministro del rey de Ejipto. Los descendientes de Jacob
colonizaron en Ejipto bajo la proteccion de José, y formaron un
pueblo que llevó el nombre de Israel.

Ya habian llegado á multiplicarse prodijiosamente, y José no
vivía para protejerlos. El nuevo Faraón de Ejipto, príncipe cruel y
fastuoso, condenó á los israelistas á los trabajos mas penosos,
haciendo al fin intolerable el miserable estado á que habia reducido
el pueblo de Dios.

Entonces nació Moisés. Salvado milagrosamente de las
aguas, criado en la corte misma del opresor de sus compatriotas,
este grande hombre se presentó delante del rey, y le pidió en
nombre del Señor la libertad de los hijos de Israel, y habiéndose
rehusado, Moisés hizo caer sobre Ejipto siete plagas ó azotes, con
lo que, asustado el tirano, dejó irse al pueblo de Dios, aunque se
arrepintió de ello al mismo instante. A la cabeza de un ejército
formidable salió á perseguir á los fujitivos, á quienes Moisés abrió
paso por medio de las aguas del Mar Rojo. El rey quiso tambien
pasar por este camino peligroso; mas apenas habian salido los
israelistas á la otra orilla, cuando las aguas volvieron á juntarse,
sepultando á los ejipcios en sus abismos.

Sinembargo, para no abandonar por mas largo tiempo los
preceptos de la relijion á la memoria infiel de los hombres, dio el
Señor á Moisés la ley escrita, con las reglas y las ceremonias del
culto. A los cuarenta y seis dias después de la salida de Ejipto, el
jefe de los israelistas recibió sobre el Monte Sinaí, en medio de
truenos y relámpagos, las tablas de piedra sobre las cuales estaba
escrita esta ley nueva cuyo resumen es como sigue:

«Yo soy vuestro Dios: adoradme, y no lo hagais con
divinidades impotentes y quiméricas. Si yo castigo á los que me
ofenden, lleno tambien de beneficios á los que me aman. No tomeis
mi nombre en vano; guardad el sábado; honrad á vuestros padres;
no os mancheis jamas con el robo, la calumnia, la concupiscencia,
el asesinato y el adulterio».

Moisés vivia ahora tres mil quinientos años, y es el escritor
mas antiguo cuyas obras hayan llegado hasta nosotros. Historia,
jeografia, poesia, leyes, relijion, todo principia para nosotros con
este hombre estraordinario.

Despues de haber recibido la ley de Dios, los israelistas
culpables de idolatría fueron condenados á vagar cuarenta años en
el desierto, ya acercándose, ya alejándose de la tierra de Canaan,
que Dios habia prometido á Abraham desde mucho tiempo atrás.
Moisés mismo no tuvo la dicha de entrar en este mismo país tan
estraordinariamente deseado. Dios, á quien habia ofendido por la
falta de confianza, le concedió solamente el favor de ver de lejos,
antes de su muerte, aquel dichoso país.

En seguida los israelistas, ya en la tierra prometida, conservaron el depósito de la verdadera relijion; mientras que todos los pueblos estaban entregados á los errores y á las torpezas de la idolatría.
Mas lo que habia de mas hermoso en la ley revelada á Moisés, era que preparaba el camino á una ley mas augusta, mas pura, mas fecunda en virtudes. Moisés para mantener al pueblo en la esperanza de esta ley, le confirmó la venida del Mesías anunciado al primer hombre, á Noé, Abraham y sus descendientes. Durante muchos siglos, los profetas que se sucedieron, no permitieron á los israelitas olvidar aquel redentor, aquel Cristo, aquel hijo de Dios, que debia reconciliar á los hombres con su Padre. En fin, nació en Bethlem y recibió el nombre de Jesús, que quiere decir Salvador. Hace ya mil ochocientos ochenta y cuatro años que este divino lejislador tuvo á bien descender á la tierra.

EL NIÑO—Creo haber comprendido que Dios ha dado á los
hombres tres leyes diversas por la forma, pero semejantes en el
fondo, y que en realidad no hacen sino una sola. La primera escrita
y conservada por la tradicion, fué revelada primero á Adán, y
después á Noé, y mas tarde á Abraham; la segunda, escrita por la
mano de Dios, ha sido dada á Moisés sobre el Monte Sinaí; la
tercera es la de Jesucristo. Esta última ley, en la cual me han
educado mis padres, es la única que puede hacerme feliz en esta
vida y en la otra. ¿Quereis, padre mio, hacerme conocer los
deberes que ella me impone ?
EL CURA—Toda esta ley está espuesta en las veinte y tres
instrucciones que voy á darte; retenlas bien y así sabrás todo lo que
es necesario para vivir y morir como cristiano.

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