sábado, 9 de agosto de 2014

20140809 Competição ou inveja

Competição ou inveja


Nas reflexões desta tarde uma questão me foi posta:


Por que a competição entre as pessoas?

Mais forte ainda:

Por que motivo, entre alguns casais se dá a competição?

Se não ocorre de ambas as partes, numa delas a competição é de saltar aos olhos.


É triste isso. Triste e real. O capitalismo neoliberal estimula a competição. E pessoas inconscientes de si se deixam levar por essa chaga. Uma chaga que tem atrás de si a inveja. Quem não é competitivo não está nem aí com as coisas que os demais façam.


Cada qual cuida de sua vida e a toca da forma que melhor lhe convier.


Esse princípio de Liberdade eu advogo. Como posso estar livre se estou preocupado com alguém, com seu sucesso ou fracasso, com seus conhecimentos e com as disciplinas do seu saber.


Eu não quero (e nem posso) competir com um Eduardo Galeano, um Inácio de Loyola Brandão, um Mário Prata ou um Sérgio Porto.

Posso te-los como referenciais para melhora dos meus textos.


Descobrir num texto em italiano de Luigi Pirandello uma outra forma de dizer a coisa, e transpor essa forma para nossa língua. Eu uso muito desse recurso. Inverter palavras ou uni-las como ocorre no inglês e no alemão. Por vezes fica estéticamente perfeito.


Competir não. Eu comparo sim. Mas comparo meus textos:


1) Como escrevia na década de 90? Tinha estética? Tinha ideologia barata?


2) No ano 2000 que coisas escrevi e quais temas me dominavam?


3) O uso excessivo do termo "que" eu já consegui vencer?


4) Ainda preciso fazer revisões quanto à Concordância Nominal? E a Concordância Verbal, já é natural a escrita correta?


Uma outra questão a ser pensada. Se o marido desestimula a mulher ao estudo para esta ficar sempre aquém dele. E a esposa viver achando injusto o sucesso do marido. Quer para ela tal sucesso.


Quando teremos solucionado isto? Quando formos espiritualmente maduros. E nosso coração se alegrar com sinceridade, ao ver o sucesso das outras pessoas.

Mas isso não acontece através da racionalidade apenas. É um processo de reposicionamento dos valores capazes de conduzir nossa vivência de cada dia.

Construção difícil, lenta e uma vez iniciada não deve ser deixada ao desleixo. Ter o foco da vida em si e em sua Liberdade. Isso não é egoísmo. É uma escolha.


Mas é apenas essa escolha a capaz de nos alegrar com o sucesso de todos aqueles amigos e conhecidos. Fora disso tudo pode ser plena falsidade, algo tão abjeto.

Viva o seu. Faça o seu. E se alguém precisar de ajuda, abra os braços e acolha.


Paulo Cesar Fernandes

09/08/2014

segunda-feira, 4 de agosto de 2014

20140804 DEUS - Segundo Hegel


 

 



 

 

GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL

 

ENCICLOPEDIA DE LAS CIENCIAS FILOSÓFICAS EN COMPENDIO

 

Para uso de sus clases

 

Edición, introducción y notas de Ramón Valls Plana

 

Alianza

 

 

 

§49

 

3) El tercer objeto de la razón es Dios (§ 36) el cual debe ser conocido, esto es, determinado, pensando. Ahora bien, para el entendimiento toda determinación, contrariamente a la simple identidad, es solamente un límite, una negación en cuanto tal; así resulta que la realidad total sólo se puede entender como ilimitada, es decir, como indeterminada, y Dios, en cuanto compendio de todas las realidades o como ente realísimo, deviene un algo abstracto simple para cuya determinación sólo resta entonces la determinidad también simplemente abstracta, el ser. Identidad abstracta (que aquí [en este lugar de la filosofía kantiana] también se llama concepto) y ser son los dos momentos cuya unión es lo que la razón busca; esta unión es el ideal de la razón.

 

 

 

§50

 

Esta unión admite dos caminos o formas [para lograrla]. En efecto, se puede empezar por el ser y desde ahí pasar a lo abstracto del pensar, o viceversa, se puede llevar a cabo desde lo abstracto al ser.

 

Por lo que se refiere al comienzo desde el ser, éste se ofrece como lo inmediato, como un ser determinado de manera infinitamente múltiple, como un mundo pleno.

 

Éste a su vez se puede determinar más precisamente como una colección de infinitas contingencias en general (en la prueba cosmológica) o como una colección de infinitos fines y de relaciones finalísticas (en la prueba físico-teológica).—Pensar este ser pleno significa quitarle la forma de las singularidades y contingencias y captarlo como un ser universal, necesario en y para sí, como ser activo que se determina con arreglo a fines universales, el cual es distinto de aquel ser primero, abstracto; significa captarlo como Dios. El sentido principal de la crítica a esta vía es que ella es un concluir o un tránsito. En efecto, siendo así que las percepciones y su agregación (el mundo) no muestran tener en sí, en cuanto tales, la universalidad que el pensamiento alcanza purificando aquel contenido, esa universalidad no resulta, por consiguiente, justificada por aquella representación empírica del mundo.

 

 

De esta manera, al ascenso del pensamiento a Dios desde la representación empírica del mundo, se le contrapone el punto de vista de Hume (como se hace también al tratar de los paralogismos, véase § 47); un punto de vista que declara improcedente pensar las percepciones, o sea, extraer de ellas lo universal y necesario.

 

 

Porque el ser humano es un ser que piensa, nunca el sano entendimiento humano, como tampoco la filosofía, se dejarán convencer de que para elevarse a Dios se tenga que partir solamente de y desde la intuición empírica del mundo. Esta elevación no tiene ningún otro fundamento que la contemplación que piensa el mundo, no la [contemplación] meramente sensible o animal. La esencia, la sustancia, el poder universal y la determinación finalística del mundo son para el pensar y sólo para el pensar. Las llamadas pruebas de la existencia de Dios hay que verlas solamente como algo parecido a descripciones y análisis del camino del espíritu hacia el interior de s ím, el cual es espíritu que piensa y piensa lo sensible.' La elevación del pensamiento sobre lo sensible, su salida por encima de lo finito hasta lo infinito, el salto que se da a lo suprasensible rompiendo las series de lo finito, todo esto es el pensar mismo; este tránsito es sólo pensar. Si un tránsito de esta clase no debe realizarse, eso significa que no hay que pensar. Los animales, en efecto, no dan este paso; son ellos los que se quedan parados en la sensación y en la intuición empírica y por esta causa no tienen ninguna religión. Tanto en general como en particular hay que hacer dos clases de observaciones acerca de la crítica de esta elevación del pensamiento. En primer lugar, si esta elevación se presenta en forma de silogismos (las llamadas pruebas de la existencia de Dios), el punto de partida es entonces, desde luego, la contemplación del mundo, determinado de algún modo como agregación de contingencias o de fines y relaciones finalísticas.

 

 

Dentro del pensar y en tanto éste hace silogismos, este punto de partida puede parecer como un fundamento firme que permanece y se deja tan enteramente empírico como alprincipio lo es esta materia. La referencia del punto de partida al punto de llegada, al cual se pasa, se representa así como solamente afirmativa, como un concluir desde algo que es y permanece a otro algo que asimismo también es. Pero el gran error consiste en querer conocer la naturaleza del pensar sólo bajo esta forma propia del entendimiento. Pensar el mundo empírico significa más bien, de manera esencial, cambiar su forma empírica y transformarla en un

universal; el pensamiento ejerce a la vez una actividad negativa sobre aquel fundamento; la materia percibida, cuando se determina por la universalidad, no se queda con su primera figura empírica. El haber interno de lo percibido se extrae alejando y negando la cáscara (cfr. §§ 13 y 23). Las pruebas metafísicas de la existencia de Dios son interpretaciones y descripciones deficientes de la elevación del espíritu desde el mundo a Dios, porque no expresan el momento de negación que se contiene en esa elevación o, mejor dicho, no lo ponen de relieve, pues [también es verdad] que diciendo que el mundo es contingente queda igualmente dicho que es meramente caedizo, fenoménico, nulo en sí mismo y de por sí. El sentido de la elevación del espíritu consiste precisamente en atribuir al mundo un ser que sólo es sin embargo apariencia, no es el verdadero ser, no es verdad absoluta, sino que ésta se encuentra solamente en Dios más allá de ese fenómeno; sólo Dios es el verdadero ser.

 

 

Siendo esta elevación tránsito y mediación, es ella igualmente superación del tránsito y de la mediación, pues aquello mediante lo cual Dios podría parecer mediado, el mundo, se declara más bien como lo nulo; solamente la nulidad del ser del mundo es el vínculo de la elevación, de modo que aquello que se presenta como mediador desaparece y, de este modo, con esta mediación, se supera incluso la mediación. Es sobre todo a esa relación, aprehendida solamente como una relación afirmativa entre dos entes, a lo que se atiene Jacobi cuando impugna la demostración del entendimiento; le hace el justificado reproche de que con su modo de proceder está buscando condiciones (el mundo) al incondicionado, que lo infinito (Dios) se representa de este modo como fundado y dependiente. Pero es que aquella elevación, tal como se da en el espíritu, corrige ella misma esta apariencia; su entero valor está más bien en la corrección de esta apariencia. Pero esa aturaleza verdadera del pensamiento esencial, superar en la mediación incluso la mediación, eso no lo ha captado Jacobi, de donde se sigue que el atinado reproche que dirige al entendimiento meramente reflexivo, lo toma equivocadamente como un reproche que toca al pensamiento en general y, por consiguiente, también al pensamiento racional.

 

 

Como explanación de ese pasar por alto el momento negativo [de la elevación a Dios] se puede traer como ejemplo el reproche que se hace al spinozismo de ser panteísmo y ateísmo. La sustancia absoluta de Spinoza no es todavía, desde luego, el espíritu absoluto y con razón se exige que Dios sea determinado como

espíritu absoluto. Pero cuando la determinación de Spinoza se expone como si él confundiera a Dios con la naturaleza, con el mundo finito, y como si convirtiera el mundo en Dios, se supone entonces que el mundo finito posee verdadera realidad efectiva, realidad afirmativa. Con tal presuposición, en efecto, se finitiza

simplemente a Dios al establecer su unidad con el mundo y Dios queda [entonces] degradado a la mera multiplicidad finita y exterior de la EXISTENCIA.

 

 

No se atiende a que Spinoza no define a Dios como la unidad de Dios y del mundo, sino como la unidad del pensar y de la extensión (del mundo material), y entonces resulta que ya en esa unidad, incluso tomándola de esa manera enteramente inapropiada, el mundo viene determinado en el sistema spinoziano más bien solamente como un fenómeno al que no se le atribuye efectiva realidad, de tal manera que este sistema ha de ser visto más bien como acosmismo. Una filosofía que



afirma que hay Dios y que sólo hay Dios no debiera ser presentada, por lo menos, como ateísmo. Y no obstante se atribuye religión a los pueblos que veneran como dioses a monos o vacas, estatuas de piedra o de bronce. Sin embargo, en el sentido de la representación, [lo que] va más bien contra el hombre [es] renunciar a la suposición de la representación, a saber, que este conglomerado suyo de finítud que se llama mundo tiene efectiva realidad. Que no hay mundo, o como ello se quiera expresar, aceptar algo así, se tiene fácilmente como ompletamente imposible o, por lo menos, como algo mucho menos posible que el que pueda caber en la cabeza de alguien que no hay Dios. Más fácilmente se cree (y esa fe no honra a quien la tiene) que un sistema niegue a Dios y no que niegue el mundo; se encuentra

más comprensible que Dios sea negado que la negación del mundo.

 

 

La segunda observación se refiere a la crítica del haber que por de pronto se adquiere con esa elevación por el pensamiento. Este haber, si consiste solamente en las determinaciones de la sustancia del mundo, de su esencia necesaria, de una causa finalísticamente ordenadora y rectora, etc., no es desde luego adecuado a lo que se entiende o se debe entender por Dios. Ocurre, sin embargo, que, prescindiendo [ahora] de la rutina de suponer una representación de Dios y, de acuerdo con tal representación, juzgar de un resultado, aquellas determinaciones tienen ya un gran valor y son momentos necesarios de la idea de Dios. Sin apartarnos de este camino, para llevar ante el pensamiento aquel haber bajo su verdadera determinación, [o sea, para obtener] la verdadera idea de Dios, no hay que partir desde

luego de un contenido subordinado. Las cosas mundanas meramente contingentes son una determinación muy abstracta. Las configuraciones orgánicas y sus determinaciones finalísticas pertenecen al círculo superior, a la vida. Pero aparte de que la contemplación de la naturaleza viva y de otras relaciones que las cosas presentes tienen con fines, puede mancharse con la insignificancia de [ciertos] fines e incluso con la mención pueril de fines y sus relaciones, con todo, la naturaleza viviente tampoco es efectivamente aquello a partir de lo cual se puede captar la verdadera determinación de la idea de Dios; Dios es más que algo vivo, es espíritu.

 

 

Unicamente la naturaleza espiritual es el punto de partida más digno y más verdadero para pensar lo absoluto, en tanto el pensar se toma un punto de partida y quiere tomarse el más próximo.

 

 

 

§51

 

El otro camino de la unión mediante el cual se ha de lograr el ideal avanza desde lo abstracto del pensar hasta la determinación, para la cual sólo queda el ser (prueba ontológica de la existencia de Dios). La oposición que aquí se presenta es la oposición entre pensar y ser, ya que en la primera vía el ser es común a ambos extremos y la oposición [entre ellos] sólo se refiere a la distinción entre lo disperso [o singularizado] y lo universal.

 

 

 

Lo que el entendimiento objeta a esta segunda vía es lo mismo que ya fue mencionado, a saber, que no encontrándose lo universal en lo empírico, del mismo modo y viceversa, en lo universal no se contiene lo determinado (y lo determinado es aquí el ser). O [lo que es lo mismo], el ser no se puede deducir del concepto ni obtenerse por análisis.

 

 

La crítica kantiana del argumento ontológico ha encontrado una acogida y aceptación tan favorable sin duda también porque Kant, para aclarar la distinción entre pensamiento y ser, usó el ejemplo de los cien táleros que con arreglo al concepto son cien, tanto si son posibles como si son reales; pero para mi hacienda eso constituye una diferencia esencial Nada puede ser tan clarificador como esto: que lo que yo pienso o me represento no por ello es todavía efectivamente real; [en efecto, nada puede ser tan clarificador] como el pensamiento de que el representar, o incluso el concepto, no bastan para ser.—Prescindiendo de que no sin razón se podría designar como una barbaridad llamar concepto a algo así como cien táleros, aquellos que repiten una y otra vez, contra la idea filosófica, que pensar y ser son distintos, deberían, sin embargo, sospechar desde el primer momento que eso no les es del todo desconocido a los filósofos. ¿Qué conocimiento se podría aportar más trivial que éste? Pero entonces habría que pensar que al hablar de Dios se trata de un objeto de otra clase que cien táleros y distinto de cualquier otro concepto particular, representación, o como se le quiera llamar. En efecto, todo lo finito es esto y sólo esto, a saber, que su estar ahí es distinto de su concepto, Pero Dios ha de ser expresamente aquello que sólo puede ser «pensado como existente», aquello cuyo concepto incluye dentro de sí al ser. Esta unidad de concepto y ser es lo

que constituye [precisamente] el concepto de Dios.—Esta es aún, desde luego, una determinación formal de Dios que, por esta causa únicamente, contiene en efecto la naturaleza del concepto. Pero que éste, en su sentido completamente abstracto, ya contiene el ser, es fácil de ver. Pues el concepto, tal como se determina en otra parte, es por lo menos, él también, la referencia inmediata a sí que procede por la superación de la mediación; y el ser no es otra cosa que eso.—Se puede desde luego decir que debiera parecer extraño que lo más intimo del espíritu, el concepto, o también yo, o más aún la totalidad concreta que es Dios, no fueran por lo menos tan ricos como para poseer una determinación tan pobre como es ser, es más, la determinación que es la más pobre y más abstracta. Nada más pequeño, según su contenido, se puede ofrecer al pensamiento que el ser. Sólo esto podría ser aún más pequeño: lo que uno más o menos se representa en primer término con «ser», a saber, una existencia sensible exterior, como la del papel que tengo ante mí; pero de la existencia sensible de una cosa limitada y efímera no vamos [aquí] a hablar. Por lo demás, en virtud de la observación trivial de la crítica, que el pensamiento y el ser son distintos, se puede a lo sumo estorbar más o menos el paso del espíritu humano desde el pensamiento de Dios a la certeza de que él es, pero no se la puede impedir.

 

 

Este tránsito, la inseparabilidad absoluta del pensamiento de Dios y de su ser, es también lo que [ahora] de nuevo se instaura en su derecho con el modo de ver propio del saber inmediato o de la fe, de lo cual hablaremos luego.

 

 

===

 

Quando Hegel admite a fé acaba caindo em contradição. Pois a fé é a negação absoluta da Razão tão postulada pelo filósofo.

 

Nem entro na existência ou não de Deus. Já me posicionei quanto a isso.

 

Seu grande propósito é desqualificar o Sistema das Categorias de Kant. Ao longo de toda esta Enciclopédia ele se refere várias vezes e de formas diversas a esse tópico que tanto o agasta.

 

Não. Não é fácil de ler mesmo. Até mesmo para quem já vem um pouco cada dia acompanhando o pensamento de Hegel é muito difícil.

 

Ter lido Kardec facilita? Sim, um pouco. Mas há de lembrar ser o raciocínio alemão em pauta neste livro. Muito diferente do raciocínio linear das línguas de origem latina. Os anglo-saxões têm formas diferentes de construção das frases e dos pensamentos.

 

Mas tudo é uma questão de hábito. Como dizia a professora carioca sobre a filosofia:

 

"É como um prato de sopa muito quente. Não se pode meter a colher no meio do prato. É prudente sempre ir buscando as beiradas do prato e soprar um pouco, no inicio."

 

Filosofia é isso. Um pouco cada dia e com afinco ir caminhando dentro dela. É uma das mais belas fêmeas que conheci. A que mais tem curvas e meandros a explorar.

 

Paulo Cesar Fernandes

 

04  08  2014